La parábola del buen hijo

Tener un hijo no te exime de hacerle ver todo aquello que está mal. Si en esos actos inapropiados apruebas o ríes sus gracietas, no le haces un favor. Por contra, si reprimes sus malos comportamientos, al menos estarás ejerciendo debidamente y será cuestión de tiempo que lo corrija.

Levante UD parábola buen hijo
- El Levante UD y la parábola del buen hijo (@LUD) -

Desgraciadamente, ese hijo de miles de padres llamado Levante Unión Deportiva lleva dando muchos disgustos durante los últimos años. Está en una época rebelde de su vida. Por ahora, no hay forma de que vuelva a ser ese ser ejemplar del que tanto tiempo nos sentimos orgullosos.

Primero, con el beneplácito de un padrino ya desvinculado de la familia en ese rol, ha estado viviendo de caprichos. Ese encaprichamiento por tener cosas y sueños a los que era imposible dar rienda suelta lo ha llevado al fracaso mediante un gran trago de realidad. Aunque hay épocas de bonanza, el que es pobre y humilde lo sigue siendo la gran mayoría de su vida. Y si te desvías del camino, las consecuencias a las que atenerte posteriormente son mucho peores. Son las hostias de la vida.

Después comenzaron las malas compañías. Tras el segundo desengaño con un viejo amigo "salvador" del pasado que ya le llevó a sufrir otro doloroso revés, el cambio del círculo de amistades es un refugio desesperado que no ha cuajado. Este nuevo amigo creía tener la fórmula del éxito, pero sus referentes han sido inexpertos y poco ambiciosos respectivamente, incluso dentro del bajo nivel de exigencia de nuestro querido hijo. Y aunque esos referentes han intentado que 25 tíos fueran triunfadores, algo cayó en mitad de ese proceso, en parte por sus métodos.

Porque como bien dicen todos, los de dentro y los de fuera, el Levante UD es como una gran familia. A pesar del amor incondicional que le demuestras, hay límites en que te invade el desencanto. Tú siempre estás ahí, alegrándote de cada gol y de cada pequeña victoria. Ese vínculo familiar es motivo irrebatible, en muchas veces como herencia de pasadas generaciones, aunque por dentro estás también hecho añicos.

Tu hijo es y seguirá siendo el mismo. Por fuera ha cambiado, su personalidad también, pero su esencia es inmutable. Por ello, la necesidad de hacerle ver que no estás satisfecho en lo que se ha ido convirtiendo. Quieres que vuelva a ser el de antes, con sus virtudes y respetando esas imperfecciones que también te llevaron a quererlo más, pero no que se mantenga en esa etapa de mediocridad. Llegas al punto que te hacen dudar de si también eres tú parte de ese problema; y no es así. Es la parábola del buen hijo.

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