El año 2025 del Levante UD ha sido como esas montañas rusas que empiezan suaves, con vistas al mar, y terminan boca abajo preguntándote en qué momento pensaste que era buena idea subirte. Ha sido un año, como me gusta decir, muy Levante.
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| - Carlos Álvarez en la celebración del ascenso en Burgos (@A. Benetó | LUD) - |
Julian Calero fue el arquitecto de aquel sueño. El entrenador del ascenso, el que devolvió el sentido común a un club acostumbrado al caos creativo. En mayo se le aplaudía; en noviembre se le despedía. El fútbol tiene esa capacidad admirable para convertir estatuas en maletas en cuestión de semanas.
Porque desde agosto, la realidad cayó como una persiana oxidada. Primera División no perdona y el Levante entró en ella como quien llega tarde a una reunión importante: nervioso, desordenado y pidiendo perdón sin saber muy bien por qué. Derrota tras derrota, el equipo fue perdiendo algo más que puntos. Perdió identidad, confianza y, lo más preocupante, tiempo.
Calero aguantó lo que pudo, hasta que dejó de poder. Hace un mes fue destituido y el club entró en ese limbo tan nuestro: tres semanas sin entrenador, tres semanas de silencio, rumores y decisiones aplazadas. Tres semanas que en diciembre equivalen a una eternidad. Mientras tanto, el equipo seguía perdiendo y la clasificación se convirtió en una fotografía incómoda: últimos en Navidad. Tradición futbolística para algunos, sentencia anticipada para otros.
Y entonces, hoy, aterriza el nuevo entrenador en Valencia. Un nombre que no dice nada al gran público, un currículum que obliga a usar Google y una sensación compartida entre la afición: expectación mezclada con miedo. Personalmente, siempre he tenido curiosidad por lo desconocido, como si el misterio fuera una estrategia deportiva. A veces sale bien. Muchas veces no.
No sabemos si este técnico será el salvador inesperado o un capítulo más en el manual de supervivencia granota. Llega sin tiempo, sin margen y con una mochila llena de urgencias. Se le pedirá que gane, que convenza y que haga milagros, todo antes de que la tabla empiece a dictar sentencias.
2025 nos ha recordado algo esencial: en el Levante UD, la ilusión es rápida y el golpe también. Pasamos de soñar con la permanencia a calcular puntos como quien cuenta monedas antes de pagar el café. Y aun así, aquí seguimos. Porque si algo define a este club no es la estabilidad, sino la resistencia.
Quizá el nuevo entrenador no sea tan desconocido dentro de unos meses. Quizá a partir de enero nos devuelva algo de la alegría perdida. O quizá este año quede como otro recordatorio de que el Levante UD no se vive, se sobrevive.
Eso sí, pase lo que pase, nadie podrá decir que fue aburrido. En Orriols, ni los milagros ni los desastres avisan. Y tal vez ahí, en ese caos tan nuestro, siga estando la esperanza.

El artículo refleja muy bien la montaña rusa del Levante, pero hay una clave que explica el momento actual: la salida de Calero. No era solo el técnico del ascenso, era el MOTIVADOR, el que hacía competir a un grupo normal por encima de sus posibilidades. Sin él, el equipo pierde convicción.
ResponderEliminarY en Primera no basta con orden, esfuerzoa y motivación, también hacen falta jugadores diferenciales. El año pasado apareció la magia de Carlos Álvarez en bastantes momentos de la competición; Casi nadie se acuerda de que Andrés García se salió de manera espectacular y dio muchos puntos clave, hasta que se lo llevó el Aston Villa. Eso es lo que cambia temporadas. Este curso empezó con señales similares —Etta Eyong, Iván Romero, Carlos Álvarez—, pero los rivales lo han leído rápido: les aprietan, los anulan con faltitas y el Levante se queda sin plan B.
No faltan buenos jugadores (los tenemos); faltan estrellas que funciones que asuman galones y rompan partidos cuando toca, pero si no están en la plantilla ¿Hay dinero para tranerlos?.
No conozco a Luis Castro, pero sin la motivación que imprimía Calero y si no aparece la magia y esos pequeños “milagros” que salvan campañas, si no aparecen líderes, nos vamos a segunda de cabeza.