Texto por: Carlos P. Ajado (@CarlosAjado)
Recuerdo
la tarde del 13 de mayo de 2012 como si fuera ayer, la emoción a flor de piel, la pasión en cada uno de los
cánticos. Recuerdo a las 23.142 gargantas que llevaban en volandas al equipo.
Recuerdo los goles. Recuerdo al improbable Ghezzal poniéndose la capa de superhéroe y marcando
sus dos únicos goles de la temporada contra el Athletic Club. Recuerdo cómo el
estadio rugió a una sola voz tras el gol de penalti de Farinós en el minuto 88. Recuerdo el instante de silencio entre
el pitido final del árbitro y el grito de gloria de toda una afición.
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- La plantilla del Levante derrochaba mentalidad ganadora (@J. Ramírez | Levante UD) - |
Pero si algo recuerdo bien es a los jugadores y al cuerpo técnico. Recuerdo
sentirme orgulloso de su esfuerzo, de estar representado por un grupo que,
técnicamente, debería estar luchando por no acabar último y justo acababa de
meternos por primera vez en puestos de competición europea. Sí, recuerdo a los
jugadores, ¿quién no recuerda el liderazgo de Ballesteros, el oficio de
Juanfran, la elegancia de Barkero y el instinto de Koné?
Aquellos jugadores del
Levante derrochaban mentalidad luchadora y hambre de gloria, pero no hay que
olvidar que formaban una plantilla muy limitada. Trabajadores del gol, sí, pero
muy lejos de lo que hoy se podría considerar una plantilla con nivel de primera
división. Y, sin embargo, lograron una hazaña que a día de hoy parece estar a
años luz de la plantilla actual.
¿Qué hace que la
plantilla y el cuerpo técnico actual no consigan recrear la gesta de los héroes
de la 2011-2012?
Si hoy preguntáramos a
todos los aficionados granotas, dudo de que hubiese una mayoría que afirmase
con rotundidad que aquella plantilla es mejor que la actual.
Puesto por puesto, la
portería de aquella gloriosa temporada estaba cubierta por Gustavo
Munúa, quién en mi opinión, está claramente por debajo del nivel de Aitor
Fernández. En defensa, la ventaja de aquel Levante respecto al actual es
clara, aunque insisto, más por mentalidad que por calidad técnica. El centro
del campo ha mejorado mucho en estos años. Si bien Iborra, Xavi Torres
y Barkero suena como un trío de muchos quilates, los Malsa, Campaña,
Melero, Rochina, Bardhi, Vukcevic y Radoja deberían ser jugadores con capacidad
más que de sobra para poder mejorarlo. En ataque contábamos con leyendas como
Juanlu, Valdo o Koné. Sin embargo, estos jugadores no se acercan a lo que
significa para el club la dupla Morales - Roger que, además,
este año ha estado bien acompañada por De Frutos.
Como vemos, por calidad
técnica, el Levante hoy es mejor que entonces. En cuanto al cuerpo técnico, no quiero
entrar a valorar estilos o decisiones. Sí diré que prefiero el estilo ofensivo
y entretenido que planteaba Paco López en sus primeros años al
frente del equipo, a pesar de no entender muchas de sus decisiones
tácticas. Entonces, ¿dónde está el problema?
"Habrá que pensar
si de verdad el equipo tiene nivel para alcanzar esos retos que mucha gente
reclama", decía Paco López, entrenador de la entidad, durante una de
sus comparecencias de final de temporada y tras el pobre bagaje de resultados.
Una sola frase que resume toda la problemática estructural que sufre este club
y que ha sido refrendada una y otra vez por otros jugadores e incluso el citado
técnico. Una afirmación cuyo significado es claro: conformismo y
mediocridad.
La plantilla de la
campaña 2011/12 no se escudaría bajo la excusa de haber conseguido el objetivo
principal en febrero, el cuerpo técnico no hablaría de la calidad de los
rivales tras conseguir solo 6 puntos en 10 jornadas y, juntos, no celebrarían
una temporada histórica tras llegar a semifinales de Copa y desaparecer del
mapa después.
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- El Levante 2020/21 durante un partido (@Adolfo Benetó | Levante UD) - |
Con este nuevo Levante, el “¡Qué grande es ser pequeño!” ha cambiado de significado. Antes era el lema de un equipo trabajador, que se esforzaba por ordeñar hasta el punto más insignificante; ahora es el lema de un equipo acomodado, que no parece tener interés en crecer y que piensa más en aparentar cuando juega contra los equipos de la “Superliga” que en progresar y llegar a cotas mayores.
Esta actitud viene
acompañada de un trabajo cuestionable en el área de captación, quienes, en
lugar de buscar jugadores que se puedan acoplar al entrenador y a la plantilla,
parece que busquen agentes con los que hacer negocios y chanchullos. Todo
ello refrendado por una directiva con luces y sombras, pero que parece más
ocupada en endeudarse con los Rothschild que en mejorar el área deportiva del
club.
Sin embargo, parece que
entre todos han encontrado a un culpable al que señalar: la afición. Desde hace un par de
años se han estado escuchando acusaciones de forma más directa o indirectamente
en la línea de culpar a la afición por exigir demasiado, por no apoyar a sus
futbolistas, por no estar con el equipo.
Pero lo único que yo veo
recriminar a la afición es la actitud. No es una cuestión de puntos, de
clasificarse para Europa o de quedar por delante del vecino; es una
cuestión de orgullo. Es una cuestión de romper ese techo de cristal que se ha
impuesto mediante la mediocridad, el conformismo y la apatía.
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