Querido Levante,

Querido Levante,

Hoy todo ha terminado. Una velada que se iniciaba hace seis años y que aparentemente parecía tan perfecta ha concluido con un despertar forzado cuando parecía estar inmerso en una etapa de plena tranquilidad. La vuelta a la realidad suele ser dolorosa.

-Foto: Boro Vendrell-
No soy una persona a la que le guste mostrar sus lágrimas en público. Es más, lucho por reprimirlas. No lloro por cualquier cosa. Pero ya el día del Granada, desde el propio estadio, acurrucado en mi asiento y con la mirada perdida, no pude reprimir el llanto. 

Quería pensar que futuras lágrimas iban a ser como las de aquel 13 de junio de 2010 cuando invadía el césped del Ciutat de Valencia en 'la gesta del siglo' y me abrazaba con un joven Vicente Iborra emocionados los dos porque volveríamos a ver a nuestro club entre los mejores de España. O como las de aquel 13 de mayo 2012, cuando todavía incrédulo de lo que estaba presenciando, tras ganar por tres a cero al Athletic Club, finalizábamos en sexta posición en Liga y el nombre del Levante se pasearía por primera vez en competición oficial por Europa. Por encima de todo, quería creer que esto no iba a ser algo pasajero y tal y como menciona el cantautor y granota Lliure en una de sus composiciones: "Granotes, l' últim ascens, que d'açí ja no ens baixa ni Déu".

Este 2 de mayo de 2016 también es real. Y no, muy a mi pesar, no es una pesadilla. Volvemos a nuestros humildes y tristes orígenes. A esa maldita y caprichosa categoría de plata que tardó en devolvernos 40 años al sitio en donde hemos tenido un bonito lugar reservado durante las últimas temporadas.

Me he vuelto a acordar de él. Alguien que ya no está, alguien al que no conocí. A ese bisabuelo mío, Mariano 'Rodri', único levantinista en mi familia junto a mí, tan presente en los momentos especiales que me hubiera gustado vivir junto a él. Hoy, en cambio, más pena que gloria hubiera visto y tan solo su consuelo es lo que hubiera servido.

Este trágico final ya se aventuraba bastantes meses atrás. Y ya me extrañaba que no hubiera sucedido antes... Pero como todo, quieres mantener la fe hasta que haya una mínima pizca de esperanza, pese a que como ya decía Paco Gandía: "El Levante está forjado en el yunque de la adversidad".

 Muchas cosas habían venido haciéndose mal por parte tanto de quienes toman las decisiones para el devenir burocrático y planificación deportiva como de quienes son los responsables de saltar cada fin de semana al tapiz verde. Los primeros, al igual que nos elevaron a las nubes en un sitio privilegiado, no han sabido ver que el precipicio estaba cerca; y ya se sabe: la avaricia rompe el saco. Y al final todo ha caído por su propio peso. Los segundos, salvo unos pocos, no han tenido la decencia o vergüenza de defender como se merece este honroso y centenario escudo por el que años atrás otros con sudor y lágrimas sí se sacrificaron como debían y a menor precio.

Pero yo lo tengo claro. Si algo prevalece en este mundo, en este particular territorio que engloba el fútbol que para muchos es una parte fundamental de su vida por diversas razones, ese es sin duda el propio Levante y su escudo, junto a su afición. Prácticamente la totalidad de mis años lo he acompañado, con momentos buenos que han sido un gran regalo, como en otros muy tristes y de desolación que son el precio a pagar por ser granota. Ahora vuelven los momentos jodidos y difíciles. Y yo al menos no te abandonaré por nada del mundo. Seguiré ligado a ti desde donde sea y como se pueda.

Gracias querido Levante por habernos otorgado estas sonrisas e ilusiones que ahora son recientes. Espero que el año que viene a estas alturas o, en el peor de los casos, dentro de no mucho tiempo, pueda rememorar en mis ojos a aquel niño que era por entonces en 2010 y que no sabía aún todas estas maravillosas aventuras que nos depararon hasta esta fecha. Eso sí, antes de pasar página para seguir escribiendo nuestra fiel historia, no pasar por alto los errores cometidos y aprendamos de ellos. Juntos remontaremos el vuelo. No me cabe duda.


Atentamente: Eric Martín, un levantinista más

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