Todos los aficionados levantinistas hemos
podido disfrutar del año más exitoso y maravilloso de los casi ciento tres
cursos de historia de la entidad. Algunos nos han tenido que decir adiós a lo
largo de la temporada, otros han palpado en sus carnes por primera vez un
sentimiento tan único como especial y una gran mayoría ha recibido el premio a
una fiel e irrefutable pasión, demasiado ingrata en ciertas ocasiones.
Tras una segunda vuelta apoteósica, el
milagro de la salvación se convirtió en realidad la pasada temporada. De la
mano de un grupo entregado y que confiaba de pleno en sus posibilidades, la
gesta fue concebida, y los ojos de una afición hermanada, unida y en plena
sintonía con los titanes que defendían su escudo con orgullo sobre el verde emanaban
lágrimas de esperanza, alegría e ilusión. Ilusión por hacer las cosas bien,
olvidándonos de las gallardías y egos del pasado y cimentando paso a paso un
proyecto serio y consistente sobre unas bases tan reales como austeras.
El presupuesto de la nueva campaña hacía
presagiar un guion similar al vivido unos meses antaño. La estructura del
bloque se mantuvo, salvo por la marcha de Felipe Caicedo en la parcela
atacante, y el fondo de armario se mejoró notablemente, dando salida a aquellos
jugadores más limitados o con los que no se contaba, y armándose con refuerzos
de cierto calibre como Barkero, Farinós, Gustavo Cabral, Pedro López o Nabil El
Zhar. La venta del delantero ecuatoriano (que alivió de manera notable la
parcela económica) dio paso a la llegada, en calidad de cedido, de Arouna Koné.
Las dudas que generaba por aquel entonces el ariete africano, especialmente por
su propensión a las lesiones, hicieron temer la planificación general de la
plantilla, pues no se consideraba a Carlos Aranda como un recambio de
suficientes garantías, además de apenas contar con la aportación de Rafa Jordà.

No obstante, tras un mes y medio buscando
instaurar unos patrones que para nada se adecuaban al tipo de jugadores que
tenía entre manos, Juan Ignacio acometió un acto de soberbia inteligencia.
Moldeó su estilo, se adaptó a la plantilla y exprimió al máximo las cualidades
de cada uno de sus miembros.
Las visitas a Getafe y Santander sirvieron
para abrir la temporada. El equipo se mostró muy fuerte en defensa, sin
fisuras, pero con escasa capacidad goleadora. Koné no estaba todavía preparado,
y las molestias de Aranda obligaron al míster a tirar de Barkero como falso
nueve o Pedro López como interior diestro en estos primeros compases de
campaña. Dos empates que sembraron algunas dudas, pero que se consideraron
positivos de cara a recibir, pocos días después, al Real Madrid de José
Mourinho en el templo de Orriols, perfectamente engalanado para la ocasión.
Triunfo épico, partido sobresaliente, y estreno goleador de Koné con un
zurriagazo ante el que Casillas nada pudo hacer.

La situación parecía dibujada en el mejor de
los sueños, con un desarrollo inmejorable e inimaginable. Sería una semana más
tarde cuando el sueño alcanzó su punto más álgido, en uno de los partidos más
emocionantes y brillantes que la afición azulgrana recuerda. El domingo 23 de
octubre de 2011, los chicos de Juan Ignacio humillaron al Villarreal en su
visita a El Madrigal, venciendo por cero goles a tres, dando un auténtico
recital, y situándose por primera vez como líderes de la (que nos venden como)
mejor liga del mundo.
La noche fue especial para todos y cada uno
de los aficionados, que acompañaron al equipo en su vuelta y llegada de tierras
castellonenses y haciendo plausible el genial ambiente entre cuerpo técnico,
directiva, jugadores y, en especial, hinchada. Tres días más tarde, la Real
Sociedad se antojaba como un rival asequible. El cuadro de Montanier se hallaba
sumido en una irregularidad preocupante, que no obstante convertiría en su arma
más peligrosa. Hubo que esperar al tiempo de descuento para que, con un libre
directo desde casi cuarenta metros ejecutado a la perfección, Rubén Suárez
desatase el éxtasis máximo en las gradas del Ciutat. Siete triunfos de manera
consecutiva, y el Levante consolidado en lo más alto de la clasificación. Ver
para creer.
La visita a tierras navarras apeó al
combinado azulgrana de la nube en que se había instaurado, y de paso devolvió
la pugna por el liderato, únicamente, a los dos gigantes del fútbol nacional. Un
dos a cero, quizá un tanto inmerecido, supuso el primer descalabro de la
temporada, pero para nada mermó los ánimos e ilusión de toda la parroquia. Los
rivales que presentaban las semanas venideras, de gran entidad todos ellos,
permitieron solamente lograr tres puntos de quince posibles. No obstante, salvo
ante el FC Barcelona, que se convirtió en un auténtico rodillo, el equipo dio
la cara ante Valencia y Atlético de Madrid. Especialmente dolorosa fue la
derrota en la visita del cuadro ché, que aprovechó sobremanera la acusada presión a
la que quedaron auto sometidos los pupilos de Juan Ignacio Martínez, situados
por entonces un puesto por delante en la tabla clasificatoria.
Un triunfo como local, ante el Sevilla FC, y
una derrota en Granada por la mínima sirivieron para dar por cerrado el año
2011 en el plano liguero. En la Copa de SM El Rey, el primer escollo sería un
Deportivo de la Coruña que no pondría, para nada, las cosas sencillas. Una
eliminatoria plagada de goles y que se decidió en favor del Levante tras la
disputa de una prórroga en el encuentro de vuelta y que contó con momentos de elevada tensión
para ambas aficiones. La mala noticia sería, sin duda, la lesión de Juanlu, que
le mantendría apartado de los terrenos de juego prácticamente hasta final de
temporada.
El siguiente rival fue un correoso Alcorcón
(que ha cuajado un curso sobresaliente), y que puso las cosas difíciles en la
visita al Municipal del Santo Domingo, pero que sucumbió estrepitosamente y fue
vapuleado en el segundo partido, donde el Levante goleó por cuatro goles a cero
y en el que el joven Roger Martí, máximo artillero del cuadro filial, se
estrenó en el plano goleador con la camiseta de la primera plantilla. El sorteo
deparó un enfrentamiento ante el Valencia en los cuartos de final de la
competición.
El nuevo año y la alternancia de ambas
competiciones no fue un hecho para nada beneficioso para una plantilla
físicamente algo limitada, con un entrenador cuyas variantes eran prácticamente
nulas. Por si fuera poco, Nano y Rafa Jordà pusieron rumbo a tierras chinas, Carlos
Aranda al Real Zaragoza, Wellington al Alcoyano y Héctor Rodas, en calidad de
cedido, al Elche CF. Las numerosas marchas, sumadas a la lesión de Juanlu,
llevaron al equipo a reforzarse en el mercado invernal. Óscar Serrano, Pedro
Botelho y Abdelkader Ghezzal fueron los elegidos, gozando únicamente de algunas
oportunidades estos dos últimos.
Sin embargo, nada fue suficiente para evitar
una racha negativa de siete partidos sin conocer la victoria, y una eliminación
sonrojante ante los vecinos blanquinegros en la competición copera. Mallorca,
Athletic, Zaragoza, Getafe, Racing, Real Madrid y Rayo Vallecano lograron algo
positivo en sus enfrentamientos ante un Levante desconocido, que además
comprobó como el prácticamente inexpugnable feudo de Orriols se convertía en un
lugar de recreo para los rivales que lo visitaban.

Osasuna volvió a convertirse en el punto final
de una senda positiva de resultados, y asaltó el Ciutat de València con el
mismo resultado del partido de ida (cero a dos). El equipo se repuso
encomiablemente, y logró un merecidísimo empate en su visita a Mestalla y una
victoria contundente ante un Atlético de Madrid que se encontraba en el mejor
momento de la temporada.
El triunfo ante el Granada por tres goles a
uno, en una tarde lluviosa en Valencia, ataría casi de manera definitiva las
posibilidades europeas de un Levante diseñado para sufrir, pero trabajado para
ganar. La polémica cláusula del contrato de Arouna Koné se convertiría en el
tema de actualidad e interés en el seno la entidad, y la ausencia del marfileño
en Zaragoza y Mallorca se pagó con dos derrotas que, prácticamente, hacían
despedir las opciones de disputar la UEFA Champions League la próxima
temporada.
Se necesitaba un triunfo frente al Athletic
de Bilbao en la última jornada. Los chicos de Marcelo Bielsa no se jugaban nada
en el campeonato liguero, venían exhaustos de ser derrotados días antes en
final de la Europa League, y centraron su preparación en la final de la Copa de
SM El Rey que disputarían ante el FC Barcelona. Tres a cero, premio europeo y
sueño hecho realidad. Lágrimas, ilusión y felicidad a raudales. Me gustaría terminar
este resumen de la temporada con las últimas palabras de la que fue la crónica
de este encuentro final:
“La imagen de Juanfran, de rodillas, llorando
y besando el césped de Orriols, es el recuerdo más bonito de los ciento dos
años de historia de una entidad que vivió en esta veraniega noche del mes de
mayo, la más bella y especial de su historia”.
¡Qué grande es ser pequeño!
Gran artículo!! No se como has podido resumir 1860 palabras de una temporada de ensueño y transmitir a la vez todo el sentimiento de la afición. Un relato que ningún aficionado del Llevant tendría que dejar escapar. Los sueños se recuerdan mejor bien escritos.
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