Fútbol sin distinción de género

Era sábado por la tarde. Ya en pleno mes de noviembre, con la luz del Sol escondiéndose cada vez más pronto. Dicho día, el Levante jugaba en tierras asturianas. Pero a mí, después de una intensa semana de estudios, me apetecía aprovechar al máximo dicho sábado. Me dispuse a hablar con mis amigos Natalia y Rubén y les comenté de porque no ir a ver el femenino, ya que ninguno de nosotros había ido nunca a verlas.

-Pero Albert, si el Levante Femenino juega en Paiporta,... ¿Cómo nos vamos a ir ahora hacía allí?
-No, Rubén, te equivocas. Esta semana es el derbi y el club ha decidido cederles el Ciutat de Valencia. Vamos a verlas. Lo pasaremos bien. Y luego ya nos apañaremos para ver a los chicos.

-Foto: Jorge Ramírez / Levante UD-
Finalmente los convencí y pocos minutos antes de las cuatro de la tarde allí estábamos nosotros, frente a nuestro querido estadio. Entramos a la zona de Tribuna, y menos mal que no apuramos más el tiempo, porque aquello estaba abarrotado de gente. Tanto fue así que hasta finalmente también tuvieron que abrir parte de Gol Alboraya. Nos había sorprendido ese gran ambiente. De normal, sé que la sección femenina, la más laureada del Levante, congrega a gente, pero ni mucho menos esperaba esa respuesta de la afición a pesar ser el derbi ni disputarse en un escenario tan especial.

Saltaron al césped las jugadoras, pero antes se rendía homenaje a Mariví, que había dedicado toda su vida futbolística al Levante. Y empezó el partido. Pocos minutos tardamos en hablar entre nosotros de como nos estaba maravillando la velocidad de Charlyn, la calidad en banda de Alharilla, la lucha constante de Marijose, toda la zona del campo que abarcaba Carol,... Nos estaba gustando el partido y lo bueno es que el Levante se adelantó tras el rechace de una falta. En la segunda parte, después de confirmar durante el descanso la asistencia de más de ocho mil aficionados, metíamos el segundo. Aunque sin apenas margen de tiempo, el Valencia anotaba un golazo para poner máxima emoción.

Aquello no estaba defraudando y sí cumpliendo con ser el gran cartel con el que se promocionaba el partido. Las aficiones, tanto levantinista como valencianista, también dieron una lección de comportamiento en las gradas, todos juntos y sin problemas. Así tendría que ser siempre. Y terminó el partido. El Levante ganaba y se colocaba en la primera posición. Me sentía encantado y no solo por el resultado. Es verdad aquello que dicen de "quien prueba, repite". Seguro que aquella tarde no sería la única en que me animara a ir a ver al equipo femenino. Porque en el fútbol y en otras muchas cosas no habría que hacer distinciones de género.


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