El partido de la vergüenza

Y yo ahora, ¿qué escribo? ¿Qué queréis que os diga? Lo hemos visto ya todo y, lo que es peor, lo hemos sufrido. El Levante no rozó el esperpento en Granada, lo sobrepasó y representó de las mil y una maneras que se nos puedan ocurrir. La primera parte del equipo de Rubi fue indigna de un equipo de Primera División y le ofreció a un Granada que venía de siete envites sin conocer la victoria darse un auténtico festín ante los suyos. La segunda mitad, con los locales ya desconectados y sobradamente relajados, solamente supuso un trago extra de amargura para un Levante que empieza a poner más de un pie en Segunda División.

-Foto: Jorge Ramírez / Levante UD-
El miedo fue el común denominador de ambas escuadras desde el minuto cero. Imprecisos y temerosos, los veintidós contendientes parecían sentir que había mucho que perder en los siguientes noventa minutos. Sin embargo, el Granada pronto tomó el control del ritmo del partido y, de la mano de Success, comenzó a asediar el área de un Levante cada vez más incrustado en su propio campo. El joven extremo diestro fue la peor de las pesadillas de una defensa que en la primera que tuvo clara, tras un balón dividido y despejado sin sentido, la aprovechó para batir a Diego Mariño. Navarro, impotente en velocidad, y un Orban desaparecido le pusieron una alfombra en el carril diestro al pertinaz atacante nigeriano.

Por si esto fuera poco, diez minutos después el colegiado decretó pena máxima por mano clara de Verza y El Arabi alzó el segundo tanto nazarí al electrónico del Nuevo Los Cármenes. Los rostros de los seiscientos levantinistas presentes, impertérritos ante lo acontecido, todavía se descompusieron más cuando Lerma perdió un balón en área pequeña para que Rochina sentenciase antes del descanso. Imagen paupérrima, deleznable y horrible de un equipo sin alma que rubricó sus peores minutos de la temporada.

Si os apetece, os cuento que el equipo salió con algo más de ganas en la segunda mitad. O que Cuero tuvo algún detalle, que entró Camarasa o que marcó Rubén. Y de paso, que el colegiado hizo de las suyas terminando de hundir al equipo, que Simao perdió los papeles (y quizá la vergüenza) y que... Bah, mejor no. No lo merecen, igual que no merecen esto los valientes, los incondicionales y cada levantinista que, desde su casa, su bar, el campo o donde carajo sea, ha animado sin cejar en su empeño. Hasta la extenuación. Sí, ellas y ellos.

Comentarios