Robert Acquafresca se ha convertido en nuevo
jugador del Levante UD durante los próximos seis meses. El atacante, que llega
en calidad de cedido desde Bolonia, ostenta una serie de galones que no ha sido
capaz de exprimir al máximo en los últimos años. Desconocido para el público en
general, desde Mundo Levante UD queremos repasar de manera breve su trayectoria
y aquellas cualidades que le han servido para ocupar un hueco privilegiado en
la agenda de Manolo Salvador.
Robert, de padre italiano y madre polaca
(posee la doble nacionalidad), nació el 11 de septiembre (curioso día) de 1987
en la hermosa ciudad de Turín. Tras un prolífico paso por la cantera del Torino
(equipo primoroso de la ciudad), los problemas de la entidad le permitieron,
con apenas dieciocho años, poner rumbo a Milán para enrolarse en las filas del
Inter.
Durante dos temporadas, el ariete permaneció
cedido (una forma pragmática que emplearemos para denominar a los complejos
acuerdos de co-propiedad del fútbol italiano) en Treviso, anotando once goles
en treinta y cinco partidos y empezando a desempolvar su agudo olfato goleador.
Los continuos negocios entre entidades
derivaron en dos temporadas en Cagliari, donde confirmó sus buenos registros y
despertó las miradas de los ojeadores de numerosos clubes europeos. En agosto
de 2008, además, y tras un crecimiento continuo y paulatino en las categorías
inferiores de la selección nacional, Acquafresca formó parte del equipo que
representaría a su país en los Juegos Olímpicos de Londres, rechazando así la
continua insistencia del por entonces seleccionador polaco, Leo Beenhakker.
Ese mismo verano, y tras mostrar su deseo de
enfundarse la neroazzurra, Massimo
Moratti decidió incluir al atacante, previo consentimiento del nuevo preparador,
José Mourinho, en la operación de llegada desde Génova del argentino Diego
Milito. Nada sería sencillo para Robert, quien de nuevo saboreó en su
aterrizaje en la región de Liguria las mieles de la decepción. Cinco años de
contrato que comenzarían con una prematura cesión al Atalanta de Bérgamo.
La marcha de Hernán Crespo hizo que la más
que peculiar directiva genovesa recuperase al jugador a mitad de temporada,
privándole de minutos y de cualquier regularidad. En verano de 2010, el jugador
puso rumbo a su segunda casa (Cagliari), al lugar donde fue capaz de exhibir
todas sus virtudes. Tras un curso brillante en cuanto a minutos (no tanto en
cuanto a guarismos, con ocho tantos en una treintena de encuentros), el Bolonia
le reclutó como estandarte. El resultado, no obstante, no ha sido el esperado.
Pese a cuajar una buena temporada en su primer año en tierras boloñesas, esta
temporada no cuenta con la confianza del entrenador y busca en el Levante el
estímulo necesario para despertar un enorme poderío futbolístico que parece,
cuanto menos, aletargado.
Tras este repaso por su dilatada trayectoria
(pese a su todavía temprana edad), llega el momento del análisis meramente
deportivo del jugador. Robert es un jugador espigado, peleón, luchador y con
instinto. Domina a la perfección el juego aéreo (opción interesante para explotar
a balón parado), es un excelente cabeceador y tiene una notable capacidad
asociativa con sus compañeros. Es perfectamente compatible con Martins, e
incluso es capaz de partir desde banda para armar su nada desdeñable disparo.
Muy útil en partidos correosos (especialmente que dispute el Levante como
local), no desentona en el juego rápido y en carrera, si bien el fútbol que
generalmente se practica en Italia es más pausado y sosegado. No es un virtuoso
con el balón en los pies, y se le achaca que, pese a ejercer de ariete, no
presenta unos números brillantes.
Quizá su difícil adaptación sea el mayor de
los hándicaps de una incorporación que, dentro de las opciones que permite el
actual mercado azulgrana, se puede calificar como sobresaliente. Pero ya
sabemos que este vestuario es capaz de sacar lo mejor de cada uno. Estamos
convencidos que te sentirás como en casa… ¡Benvenuto Robert!
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