Manuel Preciado, único e irrepetible


Desde el seno levantinista, el nombre de Manuel Preciado siempre ha quedado elevado a la categoría de leyenda. El hombre que hizo el sueño realidad de miles de seguidores azulgranas aquel cinco de junio de dos mil cuatro en Chapín, devolviendo al equipo a la élite del fútbol español casi cuatro décadas después, se despide de todos nosotros ocho años más tarde de la manera más trágica, cruel e inhóspita posible. Amanecer con una noticia de tal calado es enormemente triste y amargo por lo general, pero en un caso como el de Manolo, más aún si cabe. El cariño que suscitaba en todos y cada uno de quienes componen este deporte (instituciones, técnicos, jugadores, aficionados…) va a permitir que por siempre su huella permanezca imborrable en nuestros corazones. 

La entereza que ha mostrado día a día, y su carácter afable, cercano y humilde, le convierten en un ejemplo de superación único y formidable.  Así se le recuerda desde sus inicios como jugador, defendiendo la elástica de diversos clubes de la geografía española hasta 1992, cuando colgó de manera definitiva las botas en Torrelavega. Precisamente, sería en la Gimnástica donde emprendería su andadura como técnico, logrando un ascenso que repetiría la temporada siguiente, esta vez a los mandos del filial racinguista. Tres años de sabatismo precedieron a su vuelta a los banquillos, de nuevo en el segundo equipo santanderino, y donde firmó un descenso y un nuevo ascenso consecutivos.

Su buen hacer le valió para ascender a la dirección de la primera plantilla en el verano de dos mil dos. No obstante, el fallecimiento de Puri, su mujer, a causa de un cáncer y las desavenencias con el pintoresco gestor de la entidad, el ucranio Dimitri Piterman, desembocaron irremediablemente en su salida del cuadro cántabro. Ahí es cuando apareció el Levante, que le ofreció la oportunidad de comandar un proyecto serio y renovado. Manolo respondió con un trabajo extraordinario, y firmó el ya mentado ascenso en Chapín a la máxima categoría del fútbol nacional. Sin embargo, la vida se cebó duramente de nuevo con él, y hubo de mixturar los sentimientos de euforia por un merecidísimo logro al frente de la nave levantina con la pesadumbre que supuso el fallecimiento de su hijo de quince años en un accidente de motocicleta. 

La vida le golpeaba con dureza, a lo que Preciado respondía con más entereza si cabe. La vida me ha golpeado fuerte. Podría haberme hecho vulnerable y acabar pegándome un tiro, o podría mirar al cielo y crecer. Prefiero la segunda opción. Único e irrepetible. Tras un breve paso por Murcia y Santander, donde no cuajó unos resultados a la altura de las expectativas, ha vivido seis años maravillosos al frente del Sporting de Gijón, equipo al que devolvió también a la élite y que mantuvo durante cuatro temporadas sobresalientes, que terminaron el pasado mes de enero de una manera un tanto injusta. El pasado año, además, su padre le abandonó de una manera tan desgraciada como desafortunada, con un nuevo accidente en la carretera, mientras ayudaba a su hermano a empujar su coche detenido. 

El Villarreal le ofrecía una nueva y maravillosa oportunidad, una oportunidad que merecía con creces. La vida, sin embargo, ha decidido no otorgársela. Ya no estás aquí, no te podemos ver ni escuchar, pero sí que te podemos sentir, y no olvidaremos cada gesto, cada imagen y cada palabra tuya, un verdadero ejemplo, como entrenador, pero ante todo como persona. Descansa en paz.

Comentarios

  1. NO LLOREIS POR HABERLO PERDIDO, ALEGRAROS POR HABERLO CONOCIDO.

    ResponderEliminar
  2. Mucha fuerza compañeros, gran entrenador y mejor persona. DEP

    ResponderEliminar

Publicar un comentario