Un descenso muy familiar

Ya se ha finiquitado la faena. Y, desde luego, ha sido de la peor de las formas posibles. La estructura levantada estos años atrás y que parecía ser de una estructura firme, en realidad era un castillo de arena que al mojarse mínimamente se ha venido abajo.

-Foto: Jorge Ramírez / Levante UD-
De su centenaria historia, apenas once años ha disfrutado el Levante en Primera División. Y de estos, cuatro han terminado con una pérdida de categoría. Pero sin duda, el descenso de este año resulta muy familiar, algo ya vivido precisamente la anterior vez que no pudo evitarse el desastre.

Este 2016 no trajo consigo la espantada de futbolistas que se produjo ochos años atrás. Tampoco la economía del Levante es tan delicada como la de aquel momento e incluso el próximo curso liguero podrá presumir de tener uno de los presupuestos más altos para rearmar un bloque que preste servicios de garantía. 

Lo que sí es cierto es que de nuevo la afición levantinista se ha sentido defraudada con sus futbolistas. Unos jugadores que muchos han venido con más cartel del que aquí se está acostumbrado habitualmente a ver y que no han llegado a sentirse identificados con los valores de sacrificio, humildad, familiaridad,... que representan este club. 

Por segunda vez también, se consuma un descenso finiquitando en el farolillo rojo. Un puesto 20 del que se podía haber salido en caso de ganar en Vallecas, sin ser esto posible. Y es que de nuevo, en otro de los motivos que dan explicación a este hundimiento, el conjunto levantino ha naufragado lejos del Ciutat de Valencia, rascando únicamente la escasa cifra de seis puntos a domicilio, situación que lo convierte en el peor visitante de la categoría.

Finalmente, también llama la atención la de dos datos en referencia al número de goles. En lo que se refiere a encajar, durante el tiempo de descuento que tantos partidos puede decantar, siete veces han visto Rubén Martínez o Mariño perforada su portería. Por otra parte, la falta de acierto de los delanteros ha traído las consecuencias de no poder festejar nada durante un total de catorce encuentros. Y así no es posible atar una permanencia.

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