El hastío granota

Un ya lejano pero no tanto 23 de octubre del 2011, el Levante Unión Deportiva con sus limitados pero efectivos recursos conseguía en El Madrigal un hito histórico al liderar en solitario la primera división española, al imponerse por un escandaloso cero a tres a un Villarreal CF que terminaría perdiendo la categoría. Casi cuatros después, mucho han cambiado las tornas. Será ahora cuando el próximo domingo el cuadro castellonense visite el Ciutat de Valencia estrenándose como primer clasificado para medirse a un Levante que corre como pollo sin cabeza y en puestos de descenso.

Líderes de la Liga BBVA
Hay amores que nunca mueren ni morirán, siendo el fútbol uno de esos sentimientos que mueve a la gente en masa. Pero dentro del amor se viven épocas de crisis que causan que dicha pasión no sea tan intensa en determinados momentos. Son cada vez más, no pocos, los que están notando un cierto desencanto y desilusión con lo que su equipo le ofrece semana sí y semana también. Algunos comenzaron esta misma temporada; otros llevan arrastrando y acumulando esa pena incluso hace varios años.

Podríamos decir casi sin miedo a equivocarnos que el punto de origen de los segundos se remontaría a la temporada del EuroLevante, concretamente a aquel partido contra el Deportivo de la Coruña con la consecución del presunto amaño y todos los acontecimientos posteriores que tuvieron se cobraron sus víctimas. A raíz de todos esos problemas, la brillantez de aquel Levante defensivo pero capacitado para hacer un buen fútbol al contragolpe, con velocidad, con cabalgadas por las bandas y sin grandes nombres se fue esfumando en mitad de la nada. Juan Ignacio Martínez, por entonces entrenador, también comenzó a ser centro de las críticas y a la postre, una vez finiquitada dicha campaña, no seguiría al frente del banquillo.

Puede resultar curioso que, casualmente, desde la marcha del tan cuestionado JIM para diversos sectores del levantinismo, este equipo no ha encontrado una versión futbolística aceptable. Es más, y perdonen la expresión, se ha transformado en uno de los clubes más pobres y aburridos de ver en cualquier estadio, incluido en el suyo propio.

Joaquín Caparrós cogería las riendas en la temporada 2013/14. Los inicios dieron paso a la esperanza de que la consistencia de un proyecto serio podía permanecer más tiempo. Pero como si de un espejismo se tratase, el Levante pasó a ser once jugadores deambulando sobre el terreno de juego, replegados atrás, con futbolistas fuera de su hábitat y rezando para que un santo como Keylor Navas volara cada jornada para hacer sumar puntos incalculables de valor. Caparrós había perdido el Norte, y no solo desde su asiento, sino de cara a sus apariciones públicas y jugando a dos bandas con la directiva viendo como su renovación se echaba atrás y se vinculaba con el Granada.

Mendilibar y Alcaraz (@LaLiga.es)
José Luís Mendilibar sería el siguiente. Podríamos catalogarlo como "el breve". Tan solo siete jornadas de Liga ocupó su cargo. Cierto es que sus resultados no fueron buenos, pero él quiso dar un paso más que nadie en la época reciente se había atrevido. El técnico vasco buscó una evolución proponiendo algo diferente: un juego de circulación y protagonismo de balón, con más riesgos, pero que con trabajo y tiempo podría haber dado muchas alegrías. Faltó o no paciencia, ya cada uno lo valorará según su balanza, pero desde las altos cargos y viendo también el descontento de algunos de los miembros de la plantilla que por sus características no quisieron -por comodidad, alter ego u otros motivos- adaptarse a dichas exigencias, no tuvieron tapujos en cesarlo.

Y llegó el último de la trilogía: Lucas Alcaraz. Un perfil más granota de entrenador, consistente en defensa y con amplia experiencia. Quizás aquí en este punto habría que volver a dividir la historia en dos episodios, los correspondientes a la finalización de la anterior campaña y las primeras semanas de la actual. Gustando más o menos sus métodos y pudiendo estar o no equivocado, hay que dar reconocimiento y mérito a su labor, siendo uno de los nombres propios. Alcaraz fue remontando la situación heredada por Mendilibar y sacando más fruto a sus hombres. El granadino aupó al Levante algunos puestos por encima del descenso, aunque echándole habitualmente un pulso al peligro, concluyendo con importantes victorias contra rivales directos que permitieron un año más el objetivo: la permanencia en la primera división.

Pasando al segundo capítulo, ya en las últimas jornadas del ciclo anterior, el propio Alcaraz manifestó cuando comenzó a hacer uso de un sistema de juego basado en un 5-3-2 que era un entrenador que cuando inicia un proyecto suele usar únicamente dos o tres esquemas de juego con pocas variaciones. Dicho y hecho, firme a sus ideas. Desde entonces y salvo en contadas ocasiones, el Levante ha mantenido dicho formato.

Sin contar la pretemporada, en los seis compromisos oficiales que han transcurrido, el míster levantinista todavía es uno de los pocos que siguen viendo los partidos con lentes opacas y no se ha percatado que su propio sistema no funciona y está condenándose tanto él como al equipo al más absoluto de los fracasos. Además de ello, con falta de autocrítica ni corrección de errores como en el pasado reciente. Con 22 jugadores de campo incluyendo a los que no cuentan ni con una pizca de confianza, los números de goles encajados siguen siendo alarmantes al ser un equipo hueco y falto de ideas, con falta de solidez defensiva, con una segunda línea formada plenamente a base de centrocampistas y sin bandas que no permite dar alternativa a las salidas ofensivas, y con dos puntas aislados y descoordinados en mitad de la nada que miran el reloj a la espera de que les lleguen balones en buenas condiciones para poder generar ocasiones de gol. Podría catalogarse de un método anticuado, aunque a la vez sería paradójico ya que en décadas atrás el fútbol se caracterizaba por la acumulación de hombres en zona ofensiva. El tiempo de Alcaraz se agota y la bomba de relojería no se sabe en que momento puede estallar.

Sergio Ballesteros (@As.com)
Pero sería terriblemente injusto fijar cualquier mirada o pizca de posible culpabilidad en la figura de los entrenadores. Quizás son los máximos responsables, pero no los únicos. Tras aquel pasado y ya citado anteriormente Levante-Deportivo, el club levantinista quedó huérfano. Perdió la referencia de un líder dentro y fuera del verde que ni los que han seguido vinculados ni los que han llegado a posterior han terminado de cubrir con la responsabilidad que se merece. Sergio Ballesteros, con sus virtudes y defectos, englobaba todo lo que es sinónimo de Levante. Pero además del propio defensa, el club ha visto la pérdida de otros futbolistas que marcaban las diferencias con sus aportaciones de valor, fuera por buscarse estos una nueva vía más factible para su crecimiento deportivo o porque los propios entrenadores dejaron de confiar en ellos e incluso posicionándoles en el lugar equivocado.

Dentro de todo este revuelo, siempre estará el debate de que temporada hubo mejor plantilla. Nunca se alinearán todos los astros para estar de acuerdo. Lo que sí es una obviedad es que incluso parte de las personas que trabajan en silencio en la retaguardia y que han sido pieza fundamental para el crecimiento y éxitos de los últimos tiempos han ido perdiendo su chispa o magia. 

Uno de ellos es el director deportivo, es decir, Manolo Salvador. El porcentaje de garantías en los nuevos fichajes ha disminuido estrepitosamente. De los grandes descubrimientos que generaban un notable rendimiento e incluso millones para las arcas del club se ha pasado a presenciar como cada vez se estrechan más las mismas manos y con gastos impropios de la entidad levantina (hasta 3,1 millones € este verano). Antes parecía que todo el mundo se peleaba por la oportunidad que le ofrecía el Levante; ahora todo se centra en escasas opciones del mercado y en la insistencia tras muchas semanas para convencerles con largos contratos que muchas veces terminan significando gastos extraordinarios en sus desvinculaciones, cuando todo esto tendría que ser a la inversa con el paso del tiempo.

El proceso de la posible venta también ha dejado tocado al máximo mandatario. Tras el no a Sarver y a pesar de las manifestaciones de orden y fortaleza, Quico Catalán y su directiva se encuentran de golpe con el rechazo de numerosos aficionados partidarios a la oposición, con un Consejo de Administración que ya ha contado -y posiblemente contará- con algunas bajas y con la necesidad de debatir un cambio en los estatutos de la Fundación y la posible democratización del club contando con más voz y voto por parte de los accionistas y socios granotas.

Se dice en muchas ocasiones que en el fútbol todo depende de que la pelotita entre en la portería. También hay quien se retoma a la pérdida de la humildad y que hay saber de donde venimos antes de opinar y fundamentar críticas. No creo que el problema sea ninguno de estos. Los valores y la teoría de objetivos de cada club pueden no ir ligados totalmente a la práctica de su fútbol. La afición del Levante de por sí no es una hinchada que se caracterice precisamente por su exigencia, pero sí reclama un mínimo de motivación y espectáculo al margen de los resultados.

Afición Levante UD (@LaLiga.es)
El fútbol es una válvula de escape con la que mucha gente pretende disfrutar en mayor o menor medida. Sin embargo, una palabra podría definir a la perfección las sensaciones actuales de mucho levantinista: HASTÍO. Tanto veteranos que llevan casi toda una vida acudiendo a ver a su equipo incluso en las categorías más inferiores como granotas de reciente generación padecen esa desgana, desinterés y aburrimiento. Antes el día en que jugaba el Levante era un día festivo; ahora parece más una lamentación o preocupación que ocasiona que sus ganas por visitar el Ciutat de Valencia no sean tan fuertes e incluso se viven sus partidos sin tanta efusividad. Algo se ha ido apagando dentro de ellos.

En la sexta temporada consecutiva en primera división, se ha propiciado que el Levante cuente con un número de abonados muy parejo al de sus mejores registros, en torno a los 18.000. Sin embargo, de entre ellos un porcentaje se va viendo afectado cada vez en mayor proporción por este hastío, muy probablemente propiciado por cualquiera o por el cúmulo de todos los puntos o causas estructuradas anteriormente.

Sea por ineficacia, desgaste, pérdida de fe o ilusión diaria en su trabajo,... el Levante precisa de cambios. Sería conveniente analizar el dar paso a una nueva etapa deportiva, extrafutbolística o ambas. De esta forma, se podría permitir evolucionar; no estancarse en el autoconformismo después de tantos años en la élite pero sí teniendo presentes las aspiraciones reales deportivas, económicas y administrativas; retornar y adjudicar moralmente a cada individuo su rol correspondiente sin estirar de la manga más de lo debido; y volver a sentir esa pasión, sintonía e identificación mutua por parte de todos los que componen la familia levantinista.

Queremos volver a sentir y emocionarnos todos con pequeños detalles que nos hacían grandes y a la vez diferentes. Se está a tiempo de solventar la situación, nunca será tarde, pero no debe haber involución. 106 años de historia y la de toda su gente bien merecen lo mejor. Porque no elegimos el Levante, sino que el Levante nos eligió y enamoró dentro de cada uno.


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