El autobús de la ilusión

Con la mochila cargada de ilusión y la camiseta enfundada desde el primer momento, comenzó la historia de este maravilloso e inolvidable viaje. Un refrescante vaso de horchata, con inmejorable compañía y el ligero azote de la veraniega brisa valenciana, sirvió de preludio a la llegada a un Ciutat de València donde nuestro autobús descansaba  antes de la salida, programada a las dos de la mañana, con el objetivo de mantener así sus fuerzas intactas ante el trepidante rumbo que le esperaba en las veinticuatro horas siguientes.
Zori ejerció de anfitriona y temporal taquillera ante los casi sesenta aficionados y aficionadas presentes que, con orden y rapidez, ocupamos nuestros sitios y encendimos el motor con nuestro calor y ánimo para iniciar la marcha hacia territorio vizcaíno. Las sonrisas y caras conocidas se intercambiaron con cierta timidez en un principio. Sin embargo, los grupos presentes de allegados se fueron expandiendo y mixturando con el paso de las horas hasta convertirnos todo en lo que somos, en esa palabra que tanto nos representa: una familia.

Desde optar por dormir como eleción más extendida hasta hacer uso de los primeros minutos de las baterías de nuestros smartphones, las cuales acabaron completamente fundidas, para jugar, ver alguna película o escuchar música con el fin de encontrar la manera de conciliar el sueño aunque fuera por un breve espacio de tiempo.

La parada pasando Zaragoza, antes de cantar las seis, soliviantó a una afición que poco a poco fue acumulando energía y que ya compartía sus primeros momentos jocosos y de risa común. Un buen café mañanero para algunos y simplemente un paso por el excusado para otros se convirtió en un regalo para unas piernas que reclamaban con urgencia movimiento y actividad.
El sol mañanero indujo a un despertar general y a algún tímido cántico que, todavía por respeto a los afortunados que vivían anclados en algún indescriptible estado onírico. A las nueve y cuarto, con casi tres horas de antelación, atracamos en Leioa. Un bonito campo municipal de aire clásico y norteño, que tanto nos recordó a Ipurúa a muchos de nosotros, nos recibió con amabilidad y, especialmente, con un buen rincón repleto de deliciosos pintxos que pocos dudamos en no probar. Paseos por la zona, fotos por doquier y un elenco de cervezas en determinados sectores hicieron más amenos el tiempo de espera. La recepción a nuestras chicas también conjuró a un grupo encabezado por la palabra unión y que era más que consciente del enorme y constante apoyo que le esperaba durante el difícil envite frente a las rojiblancas.

Asentados en la grada, que al menos proporcionó un agradable espacio de sombra durante el transcurrir del encuentro, los cánticos y gritos de soporte a nuestras jugadoras empezaron una vez pisaron el pesado césped para dar inicio a la serie de ejercicios de calentamiento. La hinchada bilbaína nos miraba con una mezcla de miedo y respeto que pudieron ver cómo se tradujo en un domino abrumador de nuestro apoyo tanto en cuanto a corazón e insistencia como en cuanto a decibelios. Competimos duramente contra las constantes instrucciones de Antonio que, me atrevería a decir, fueron capaces de poner en entredicho la voz de más de sesenta personas al unísono. Genio y figura.

Intensidad y máxima tensión durante noventa minutos que pusieron en vilo los corazones de más de uno pero que se saldaron con un gran resultado final. El empate permite viajar a Valencia con todo por decidirse y con el apoyo de Nazaret como arma favorable para nuestros intereses. Una vez terminado el encuentro, las jugadoras y todos nosotros pudimos fotografiarnos juntos y compartir algunos momentos de una especial cercanía que muestra en cada minuto de su hacer este inigualable grupo humano. 

Un aperitivo para comer, del que pudieron también disfrutar en el bar las chicas para reponer fuerzas después de ducharse, invitó a emprender el rumbo de vuelta a Valencia con un espléndido sabor de boca. Casi ocho horas después, ya con las baterías no solamente de teléfonos sino también personales bajo mínimos, celebramos con ilusión una tranquila llegada a Orriols. Abrazos entre todos, una inmejorable comunión y una cita común el próximo domingo en Nazaret. 



FOTOGRAFÍAS: Dani García Roig (@lodani7)

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