En el mundo genial de las cosas que dicen

No olvido con facilidad las palabras que Luis García Plaza evocó con aire melancólico en la última entrevista que concedió a los compañeros de Canal Plus. Asustado como pocos tras verse a una semana de comenzar el campeonato en aquel histriónico verano de 2008 con apenas diez jugadores en nómina, por su cabeza pasó marcharse y abandonar un proyecto que parecía abocado a un estrepitoso fracaso. Sin embargo, su tesón y convicción, sumados al incombustible trabajo de algunos de los dirigentes, sembraron un germen y una ilusión que pronto servirían de motor para llevar al equipo a cotas inimaginables otrora.

Una cara sonriente, un dulzor sin amargura, un deseo sin realidad. Quizá entre todos hemos contribuido, en ocasiones, a malinterpretar la realidad natural de cualquier bloque. A tapar con luces y fantasía un mundo más sencillo y natural. ¿Alguien de verdad es capaz de pensar que en 2010, después de conseguir el histórico ascenso, todos los componentes de la plantilla atravesaron un año plácido y agradable? En todo vestuario existen roces, contratiempos y cabreos. La capacidad de convertirlos en algo usual e inherente, de aceptarlo y de mentalizar al conjunto para estar por encima de cualquier circunstancia nos hizo fuertes. Los contratiempos, la unidad y la firmeza gestaron la gloria. 

Hemos tomado un tren con destino a Europa, ganando en prestigio y perdiendo en humildad. Un tupido velo ha cubierto las miserias de ese tan valioso fruto que poco a poco pierde su color, su sabor, su tacto y su olor. Ha nutrido un sentimiento y proporcionado unos valores durante mucho tiempo que apagan día a día su luz. Podremos pensar que la culpa reside en una mala gestión del vestuario, tal vez, que el entrenador no sabe imponerse o que las cosas han enfocado con un objetivo equivocado. Los fantasmas del pasado planean de nuevo sobre una entidad modélica, envidiada por todo el mundo del fútbol, pero que parece ver titubear su esencia, su alma, su corazón.

Es posible que estemos ante el fin de una etapa preciosa y brillante. No seré yo quien ponga una palabra en boca de nadie sin tener conocimiento directo, pero quizá por mero respeto al pasado reciente, a quienes no nos pueden acompañar a día de hoy y a quienes han batallado y batallan día a día por engrandecer a este club deberíamos acatar el prisma de la transparencia y la sensatez como base fundamental de nuestro trabajo. El morbo y el deseo de hacer daño, mejor guardarlos en una caja bajo llave. Gracias a quienes habéis sabido respetar y respetáis un sentimiento desde la sinceridad, seáis aficionados, periodistas, jugadores o directivos.


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