Sevilla tiene un color especial

Para bien o para mal, como ocurre habitualmente en el seno de las aficiones de aquellos clubes que copan la parte noble del fútbol en nuestro país, los triunfos y las derrotas se magnifican en exceso, y el filo que separa el éxito del fracaso se puede medir en un abrir y cerrar de ojos. Dejando un poco de lado la aristocracia que mantienen los dos gigantes de nuestro campeonato, el Sevilla Fútbol Club se ha ganado el derecho, a base de mucho trabajo y un esfuerzo encomiable, de partir como uno de los favoritos en las quinielas de casi cualquier aficionado para alcanzar uno de los puestos que dan acceso a la máxima competición europea, además de para pelear hasta las fases finales de los torneos eliminatorios.

Tras unos años de profunda crisis a finales de la década de los noventa, que para los más jóvenes quedan un poco en el abismo del desconocimiento, el club hispalense supo reinventarse de la mano de Joaquín Caparrós en el banquillo, y de Monchi en la dirección técnica. Una fuerte apuesta por la disciplina, el orden y el rigor por parte del primero, y el acierto a la hora de firmar jugadores del segundo, fueron determinantes en el potencial crecimiento de la entidad. Este trabajo fue poco a poco dando sus frutos, y además constituyó el preámbulo de los años más dorados de la historia del club. Dos Copas de la UEFA consecutivas, una Supercopa de Europa, una Supercopa de España y una Copa del Rey (esta última ya en 2010) condecoran un palmarés irrefutable en la década más brillante de sus ciento seis años de historia.

El equipo se consagró como un bloque duro, agresivo, fuerte, con jugadores que peleaban cada balón como si fuera el último, y con una afición que los llevaba en volandas hacia el triunfo y los éxitos. Pero los malos resultados de las dos últimas temporadas, la poca consistencia del equipo como local, y ante todo, la pérdida de esa identidad, de esa idiosincrasia, que ninguno de los entrenadores desde la llegada de Antonio Álvarez ha sabido mantener, son los focos de mayor preocupación para una hinchada tan entregada como entonces.

El proyecto de este nuevo curso se inició con la llegada de un entrenador de prestigio como Marcelino García Toral, de quien se esperaba mucho más de lo que fue capaz de ofrecer. Ante la idea de partida de consagrar al Sevilla como un equipo rocoso a la par que solvente en el trato de balón (un ejemplo muy similar a lo sucedido con Bielsa en el Athletic de Bilbao), el resultado fue un equipo débil, sin gol, sin patrón de juego, y que dejaba que las individualidades de algunos de sus mejores hombres, en ocasiones, salvaran los puntos en juego.

Con la llegada de Míchel se buscó un efecto parecido. No obstante, de nuevo las conclusiones a las que uno llega viendo al Sevilla son similares, con si cabe alguna leve mejoría. Todo esto le invita a uno a reflexionar acerca de la confección de la plantilla hispalense, quizá algo menos acertada que en años anteriores. Las altas no han respondido con el potencial que se esperaba de ellas, y las bajas se han notado en demasía.

El pasado mercado invernal ya fue clave para la resurrección parcial del equipo, que con las llegadas de Gary Medel e Iván Rakitic recuperó la ilusión y el criterio necesarios en la zona medular. Pese a ello, esta temporada el juego en la parcela ancha está siendo deficitario, con el croata desconectado de la dinámica y con un Trochowski descolocado, cuya aportación además ha sido insuficiente.

La alternativa entre Palop y Varas en portería, y una zaga descompensada, donde las lesiones y la fragilidad en la franja lateral de la misma, han provocado que el equipo encaje goles con mucha más facilidad de lo que acostumbraba. Por si no fuera suficiente, el bajo nivel de Navas, Perotti y los hombres de banda no ha facilitado igualar o superar los registros goleadores característicos, con un Negredo irregular, y con Frederic Kanouté al borde de la retirada. Manu del Moral, también poco acertado frecuentemente de cara a puerta, ha sido una de las notas positivas en el apartado de refuerzos.

En definitiva, un Sevilla diferente, que atraviesa un período transitorio que esperar superar brevemente para afrontar con las máximas aspiraciones los nuevos retos que se le presenten, tanto en la actualidad como en un futuro cercano. Sevilla tiene un color especial.

Comentarios

  1. Buen post, lo publicaré en mi blog añadiendo las fuentes, me ha gustado en líneas generales el repaso que has hecho pero lo de Marcelino García Toral, entrenador de prestigio me ha dejado un poco tocado jajajaja.

    Un saludo.

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